La Catarsis del Hombre Globo.

Novela por fascículos!

Y allí estaba Ella, subidita a una roca... con las manos sujetando sus rodillas, la mirada perdida en la vía, soñando... esperando un tren imaginario. En la antigua estación de tren olvidada.

Me abalancé ruidoso, decidido. Pretendía refugiarme, alcanzar la casa de la colina antes de que la lluvia inminente sucediera al amenazador relámpago que quebraba el cielo. Aterricé súbitamente en su vida, Irrumpí en su campo de visión. Me precipité de mi escondrijo bajo la vía para sorprender y ser conmovido. Cruzamos miradas, tiempo y espacio quedaron sujetos a la eternidad ingrávida del amor inesperado. El dardo del enamoramiento inmediato perforó mi guardia. No estaba preparado para amar y ser correspondido, para ser sincero, para ofrecer nada digno. Mi vida desordenada y gris me avergonzaba. No quería ser feliz… No lo merecía. Todo eran miedos y secretos viciados, fantasía e irrealidad mi único escape. Nada que ofrecer, bombones, poco más… y sin embargo, una extraña sensación vertiginosa recorrió mi cuerpo, erizó mi alma. Un súbito martillazo bárbaro destrozo mis prejuicios, los hizo añicos.

Ella pareció no asustarse; primero examinó perpleja al individuo que, de un salto, se había plantado ante ella armado con una caja de bombones, después oteó el cielo brillante y terrorífico, a continuación, el agujero en la piedra de donde me desprendí. Sonrió divertida y sincera. Su naturalidad rasgó mi piel. Mi corazón comenzó a latir con desmedida potencia . No apartó sus ojitos vivaces y curiosos de los míos cansados y aburridos. Su mirada diseccionó mi ser. Y entonces me interrogó con su dulce voz:
-¿De dónde has salido? – pregunta que perfectamente podía ser utilizada en su contra, puesto que eso mismo me preguntaba yo de Ella… un ser tan delicioso… posada en la gris roca… en la fantasmal estación de tren olvidada… ¿Qué pintaba Ella allí? La aparición siempre anhelada, en el lugar y en el momento más inesperado. Como la rosa divina de un cuento que mágicamente crece en terreno inerte y seco. Me quedé largos segundos sin contestar, pasmado, aún impactado por la bella e inesperada compañía. Llevaba días sin apenas entablar conversación con nadie, sin contemplar nada hermoso… Traté de expulsar de mi mente la vergüenza, el hundimiento, la culpa y la preocupación. Sensaciones familiares que la ocuparon hasta el momento, hasta el momento antes del instante… cuando la conocí. Y pese a mi aspecto desquiciado y triste; con los cabellos arremolinados, mi mirada aún alcoholizada y mi vestimenta descuidada, sentí haber despertado el interés de la chica.

Mi abuelo siempre me aleccionó sobre el tema amoroso, la seducción y la conquista, mucho antes de que me importaran dichas lecciones. Al Coronel le encantaba adoctrinar, y solía explicar, que la clave para despertar el interés de una dama, residía en la capacidad del galán para sorprender desde un primer instante, mimar el primer contacto. A partir de ahí: Sorpresa deriva a curiosidad. Curiosidad activa interés. Según las teorías de persuasión amatoria del Coronel, mi salto irrumpiendo en la vida de la chica, debía ser catalogado de “entrada triunfal”.

Procuré ser amable, parecer interesante. El destino apremiaba por fin. Un regalo de esa índole, no podía ser casual, y desecharlo… traicionar mi destino. Tiré de instinto y ocurrencia, algo que siempre tuve. Cogí aire. La conversación fluyó, no podía ser de otra forma… en aquel momento no sabía que estábamos hechos el uno para el otro, que nuestra conexión iba mucho más allá de las palabras y el lenguaje, de las caricias y el cariño, de los besos y el amor, del placer y la pasión… En aquel momento no sabía que siempre la esperé, y sin saberlo… la encontré… en la estación de tren olvidada. Pero en aquel momento… no, no lo sabía… que siempre fui un cobarde, por no dibujar mi camino, por no atreverme a despertar del letargo monótono y gris, por no trabajar mi don heredado, por no luchar por lo que amé. Cobarde…en aquel momento no sabía que pronto lo dejaría de ser, en el preciso instante que la perdí… por ser cobarde…dejé de serlo, y viajé. Y descubrí lugares mágicos, protagonicé aventuras extraordinarias, conocí grandes personas que me inflaron de sabiduría e inspiración, y viví flotando, volando como Hombre Globo arrastrado por el destino que yo mismo bordaba en mi mente. Y experimenté una catarsis, profunda… en mi alma, en mi corazón. Y cuando todo acabó, al finalizar mi viaje, sentí la necesidad de compartir todo lo vivido, de escribir. Ya tenía todo lo necesario para hacerlo, para llevarlo a cabo: la inspiración de un hada para soñar y suspirar, la experiencia del viajero para narrar y todo el tiempo del mundo para disponer y recrear… pero todo aquello… no lo sabía en aquel momento, sólo lo intuía.

Y hablamos…–
Estaba escondido - dije. – ¿Allí arriba, acaso eres un murciélago?- la chica cuestionaba alegre, parecía divertirse. Me acerqué sin dejar de hablar: -¿A caso te parezco un murciélago? – Contesté mientras extendía hacia ella la caja de bombones, ofreciéndolos. – Yo me definiría más bien… como un ángel caído al que le arrancaron las alas por volar ebrio…- Y reímos y los exquisitos bombones resultaron estar derretidos, una lástima… que poco importaba.
Y hablamos… Yo narré la leyenda del licor contenido en los bombones, de la pócima mágica, el cuento que mi abuelo había contado tantas veces. La historia la entusiasmó. Miró divertida y curiosa las deformidades contenidas en la caja, antes bombones. Por encima, deslizó su dedo índice con delicadeza, lo manchó de restos de bombón derretido, y se lo llevó a la boca. Saboreó intensamente… Y Yo… al presenciarlo, luché para no besarla cálida y lentamente, y conseguí no hacerlo, por ser cobarde. Me miró con sus enormes ojos y aleteó sus pestañas, devolviéndome a la vida… y con su gracia pidió disculpas innecesarias por la osadía, la acción poco protocolaría que acababa de realizar, comer con las manos y lamer sus dedos.
Y hablamos… Ella contó que un amigo loco y desalmado la había utilizado, lo ayudó a encontrar el pueblo perdido, y él, la apeó de su extraña y misteriosa misión secreta prometiendo un tren imaginario que la llevaría a casa, para después abandonarla en la estación olvidada. Y Yo le expliqué que ningún tren paraba ya en aquella estación fantasmal. Traté de convencerla, pero no hizo caso, tenía fe.
Y hablamos… Yo de mi pueblo, de mi casa, de mi cárcel… de la fábrica de bombones, de la misteriosa desaparición de la buena y dulce tía Elisa. Ella del largo viaje hasta llegar a su casa, de su hogar, Ciudad Colmena, la capital. Un lugar para mi extraño, despiadado, repleto de peligros y desconfianza, del que únicamente conocía terribles y negras leyendas urbanas…. Y soñé que la abrazaba y ambos subíamos al tren imaginario que nos transportaba a la ciudad bulliciosa y perversa… pero era un cobarde, y me mostré como auténtico ignorante. Sorprendido por conocer a alguien tan fascinante procedente de tan singular ciudad… Ciudad Colmena… Yo que jamás me propuse explorar más allá de las fronteras invisibles creadas por la ignorancia del que no viaja ni vive. Límites establecidos por aquellos que temen o detestan todo aquello que no conocen.

Sentí la necesidad de viajar. De visitar Ciudad Colmena, de acompañarla, de huir de mi realidad monótona y triste. Ella me invitó, me tentó a seguirla, y sorprendida e incrédula al escuchar que yo nunca había estado allí, se presentó: Nora Grey… ¿Así se llamaba? ¿Dónde leí o escuche anteriormente aquel nombre? No lo recordaba… y eso parecía divertir a la chica, que me sonreía a la par que comprobaba que realmente era un sincero idiota desconocedor absoluto. Y fue mi turno y me tendió la mano a la par que escuchaba mi nombre y estrechábamos imantadas nuestras manos, y una enorme gota helada surcó el cielo y golpeó mi tez. Miré al cielo. Desperté del hechizo. La tormenta nos apuntaba desde el cielo amenazante. Pronto arrancaría a llover. Me llené de valor y la invité a cobijarse en la gran casa de la colina, pero lo hice sin convicción, tenía miedo... Y Ella, agradecida pero confiada en su tren imaginario y en el paraguas que creía poseer, rehuyó mi invitación.
Y acepté la derrota y sin luchar, me rendí…Y huí… de la tormenta, del amor inesperado, de Ella, de mi mismo. Me despedí fugaz, objetando responsabilidades y quehaceres ridículos e inexistentes. Cobarde… -
Bueno…- titubeé – Nos vemos… - e intenté ocultar mi pesar, la tristeza que sentía por separarme de alguien tan especial. Y Ella me miró directamente a los ojos y confesó desear un reencuentro, en otro momento, en otro lugar… en otra estación de tren olvidada… y yo asentí con la cabeza, y me alejé tambaleándome, desangrándome… cobarde…

Corrí veloz, sin mirar atrás. Pronto la tormenta me atrapó, me castigó violenta y merecidamente. La ropa mojada, cada segundo pesaba un poco más, al igual que el remordimiento que crecía en mi interior. Una vez más había sido incapaz de ser valiente, de expresar mis emociones, de luchar con decisión. No me detuve, y corrí más y más deprisa, esquivando piedras, saltando charcos. Debí alcanzar la mitad del camino, cuando un pinchazo en el estómago me frenó y dobló sin piedad. Detuve mi carrera y expulsé con un vómito repentino restos de alcohol y culpa. Sustancias que mi cuerpo, aquella mañana, parecía no tolerar, y traté de dominar mi respiración entrecortada, de reemprender la marcha. Ya no podía quitármela de la cabeza… Nora Grey… Ciudad Colmena… miré al cielo, parecía derrumbarse sobre mí, diluviaba. Las frías gotas recorrían mi rostro o… ¿eran lágrimas? Y al mirar al frente, a unos metros… el color rojo de algo embarrado, despertó mi curiosidad. Me acerqué, y atónito, descubrí perdido en el suelo, un paraguas rojo. Allí esperaba… castigado bajo la lluvia gris, diluido en el marrón del fango. Rescaté el paraguas del camino, lo sostuve en mis manos y analicé. Un paraguas femenino y diminuto, de color rojo intenso y un sofisticado y moderno material. Éste, era muy distinto al desarbolado paraguas convencional y aburrido que solían portar las mujeres del pueblo, tan especial… como lo era su dueña. No tardé ni un segundo en asignar propietario a dicho paraguas, era de Ella… estaba más que convencido... ahora tenía una segunda oportunidad, la excusa perfecta para correr a su lado, escudarla de la lluvia y abrazarla entre mis brazos.
Y corrí veloz. Corrí y corrí, sin mirar atrás. Con el paraguas bajo el brazo, corrí más, y más deprisa, esquivando rocas, saltando charcos… Decidido y valiente recorrí el camino empantanado en pocos minutos, sin detenerme. Y como una exhalación, alcancé la vieja estación abandonada, pero era tarde… quedé petrificado, y mi corazón se detuvo al descubrir el tren parado en la estación. Y ya nadie esperaba allí… una caja de bombones posada en la gris roca, nada más.

Permanecí inmóvil bajo la encarnizada lluvia, contemplando al tren ruidoso, que reemprendía su marcha y alejaba lentamente a Nora Grey de mi vida. Suspiré a la par que abría su paraguas. Me quedé solo, observando la vía que serpenteaba y se perdía en el horizonte. Fue entonces cuando convencido, supe que viajaría a Ciudad Colmena, algo mutaba en mi interior. La buscaré y no me detendré hasta encontrarla, me juré a mi mismo…Ya no era un cobarde, no volvería a serlo nunca… lucharía por Ella, dejaría atrás mi vida monótona y triste, mi pueblo gris, la gran casa de la colina, la fábrica de bombones. Los grilletes se habían roto. La aventura estaba a punto de comenzar, la Catarsis ya lo había hecho. Pero antes de dejar todo atrás, de perseguir mi destino en forma de tren, tenía que hacer algo… visitar a alguien. Debía ver al Coronel por última vez. Quería despedirme de mi abuelo.
Y siento que mi alma ya no es alma…

Sobre este Blog...

"La Catarsis del Hombre Globo" nombre de mi primera novela, diario de un extraño viaje en busca de la fuente del secreto más preciado: La felicidad.

"La Mujer que ayer pinté" es mi primer relato "acabado", una extraña obsesión, un final de angustia.. tocar fondo,

"El Hechizo", Relato corto escrito para ser rodado e interpretado por mi Gran Amigo y Compañero JuanLu ;) Mi musa! jaja

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La mujer que ayer pinté por Carlos Extremera se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.